Los cambios no llegan por decreto ni por reformas
El evangelio de San Marcos (10,42-44) pone al descubierto la postura de Jesucristo respecto a las pretensiones de los apóstoles, y de todo ciudadano, de ocupar lugares de privilegio y de mando en la comunidad: “Como ustedes saben, los que se consideran jefes de las naciones actúan como dictadores, y los que ocupan cargos abusan de su autoridad”. Por eso, Cristo les invita: “Pero no será así entre ustedes. Por el contrario, el que quiera ser el más importante entre ustedes, debe hacerse el servidor de todos, y el que quiera ser el primero, se hará esclavo de todos”. El servicio hace legítima todo tipo de autoridad humana a cualquier nivel. Sin el servicio a los más desvalidos, todo proyecto se convierte en mera propaganda y conduce al abuso y al autoritarismo.
Para Jesucristo el modelo de convivencia entre las personas debe regularse principalmente por el servicio auténtico que busca que todo ciudadano, por el hecho de ser persona, tenga lo necesario para vivir con dignidad y, a partir de aquí, aspirar a una realización plena mediante la puesta en práctica de los grandes ideales de la justicia y de la paz social. La violencia y la inseguridad son realidades presentes en el territorio mexicano y que indican que existe una tarea pendiente de los gobernantes para con los ciudadanos a quienes sirven por mandato constitucional.
Es sabido por todos que la Constitución de México busca como ideal custodiar los derechos humanos y regular el poder político, por esta razón, el mejor servicio que pueden esperar los ciudadanos de sus gobernantes es que, con la autoridad que les ha dado el pueblo mexicano, defiendan y promuevan la dignidad humana y la vida democrática, que proyecte un verdadero desarrollo integral de todos sin excluir a nadie, ni privilegiar a ninguno.
Pbro. Juan Beristain de los Santos