Arquidiócesis de Xalapa

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La radicalidad de la vida cristiana

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Pbro. Marcos Mendoza Méndez

Muy iluminador es el evangelio de la liturgia católica, el de este domingo. Partimos de una realidad: nosotros estamos llamados a conquistar el reino de Cristo, para gozar, vivir felizmente sin que nadie nos pueda quitar la alegría, la paz, el amor, y podamos disfrutar de la plenitud de la vida eternamente. Pero en la conquista por este reino glorioso tenemos que luchar tenazmente. Es por eso que el sacramento de la Confirmación nos convierte en soldados de Cristo, para que seamos testigos de la verdad y del amor, defensores de lo que nos enseñó nuestro Señor Jesucristo. Sin embargo, como sucede en las filas de los soldados, también pasa en los seguidores de Cristo, hay desertores. Y como hay desertores en el camino del seguimiento de Cristo, a lo que los romanos llamaban traidores, Jesús tuvo que abordar este problema: “el que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí”. Al papá o a la mamá, por mucho que se le quiera, jamás deben ocupar el lugar que le corresponde a Dios en nuestra vida.

Las palabras de Jesús se pueden revertir: el que ama a su hijo o hija más que a mí… Aún recuerdo lo que una mamá dijo: “primero muerta, antes que mi hija entre al convento de monjas”. Recordemos lo que Dios nos dice en el primer mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios sobre todas las cosas”. “Dios debe ser el primero en nuestras vidas”. Las cosas de Dios son tan serias y exigentes que no podemos relativizarlas.

No hay que quitarles importancia. Jesús, un día tuvo que decir abiertamente: ¿o están conmigo o están contra mí? (Mt 12,30). Así que decidan. Cuando muchos comenzaban a abandonar al Señor, especialmente cuando ya no les endulzaba el oído (el que quiera seguirme, que tome su cruz y que me siga), cuando ya les hablaba directamente, cuando muchos sentían que su manera de hablar era insoportable, Jesús tuvo que preguntarle a los doce discípulos: ¿También ustedes quieren abandonarme? (Jn 6,67). Jesús nuestro Señor estaba dispuesto a decirles: si quieren irse, adelante.

Yo necesito personas de una sola tabla, firmes, dispuestos a ser fieles, aunque se tenga que pagar cualquier precio, aun la muerte. Afortunadamente, Pedro, en la respuesta a Jesús dijo: “Señor, pero… ¿a quién vamos a ir, si sólo tú tienes palabras de vida eterna”. Tú eres la única persona a la que jamás debemos cambiar y a la que jamás hay que negarle nada. Pedro ya no negó al Maestro cuando lo iban a crucificar en Roma. Ojalá así fuera nuestra profesión de fe, de manera especial cuando nos toca vivir momentos complicados. Cuentan que San Sebastián (256-288 d. C), que fue soldado romano, cuando lo descubrieron que era cristiano y no participaba en los rituales paganos por considerarlos idolatría, el emperador Maximiano lo mandó a traer a la corte y le dijo lo siguiente: Escoge entre ser soldado del emperador y ser soldado de Cristo. El santo optó por ser soldado de Cristo, aunque tuvo que enfrentar las consecuencias de sus decisiones, porque ya sabemos que murió mártir.

Para ser digno del seguimiento de Cristo no sólo hemos renunciar a los afectos familiares; cada quien deberá descubrir qué es o quién ocupa el primer lugar en nuestra vida o corazón. Pueden ser personas, cosas materiales, vicios, comodidades, ideologías, modas, miedos, etc. ¿Hasta cuándo nosotros haremos una opción fundamental en nuestra vida cristiana? ¿Hasta cuándo dejaremos de ser niños en la fe y convertirnos en soldados de Cristo? ¿Hasta cuándo nos convenceremos que “sólo con Cristo, vivos o muertos, venceremos” y alcanzaremos el Reino del Cielo?