LA VIOLENCIA EN NUESTRA VIDA
Pbro. Álvaro Fernández A.
La violencia es el arrebato de nuestro ánimo producido por la ira. L a violencia tiene sus raíces en nuestro instinto de conservación, en nuestro carácter colérico y en nuestro ambiente social. Se anunció en nuestra ciudad una marcha de protesta violenta, por la falta de empleo, discriminación, secuestros e inseguridad, se evidencia un malestar social, una inconformidad y un enojo contra varias instituciones, una flema contenida, que nos pone al borde de la violencia colectiva.
En mi análisis de la violencia descubro, que todos llevamos una violencia latente en nuestro ser, me admira que los Santos Apóstoles Santiago y San Juan Evangelista, cayeron en violencia al saber que los samaritanos le negaron hospedaje a Jesús, le dijeron a Jesús Señor ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que los consuma? Lc. 9,54 Jesús los reprendió, y les ordenó buscar otro lugar, y por el buen carácter de Jesús les puso el apodo de boanerges, es decir “hijos del trueno”, todos llevamos dinamita a flor de piel para atacar al que nos cause un malestar.
Creo que esta flema de bilis negra nos va contaminando en amplitud social, de modo que la violencia crece en espiral, que no podemos detener, nuestros campos mexicanos están regados por la sangre de tantos hermanos y hermanas muertos por la violencia, sin que haya una mano, que apague el fuego de la violencia, los guardianes de la Patria no oyen los clamores, ni ven la sangre derramada, ni les impresiona el sufrimiento.
Los cristianos participamos de este dolor y de esta impotencia, y por otra parte vemos que nuestros templos son profanados por la violencia colectiva, que desquita su enojo, no con el que lo perjudicó sino con el que encuentre, hemos visto destruidas las imágenes de Cristo y de la Virgen, tenemos derecho a que respeten nuestros signos sagrados, y nuestro instinto de conservación nos faculta a defender el interior de nuestro templo, de una manera muy sutil entra en nosotros el enojo, la violencia, pues no tenemos autoridades, ni leyes que nos defiendan, pues son ateos, su ateísmo no les permite defender el derecho de los creyentes que gobiernan.
El Señor Jesús que liberó a Santiago y a Juan de consumar su violencia, nos libere a nosotros de entrar en el odio y es que el centro del mensaje cristiano es que, Dios es amor y el amor es lo más vigoroso y original en la religión cristiana, porque nuestra religión tiene su raíz en el Calvario, ahí Jesús perdonó, rezó y disculpó a sus enemigos, Jesús no autoriza la acción defensiva, porque defenderse es entrar en el terreno oscuro del demonio y usar sus mismas armas: ira y violencia, además, el que perdona erigen en el campo demoníaco la fortaleza del amor.
La sicología nos enseña que el enemigo está en el exterior y en el interior de nuestra persona. El enemigo es la parte oscura de nuestra personalidad, que hemos sofocado y desdeñado, hay en nosotros una violencia interior – que sale al exterior – cuando esa sombra nuestra, se presenta con la forma de otra persona. Entonces condenamos y detestamos “ los defectos” que son justamente los nuestros. Reconciliarnos con nuestro enemigo sería nuestra sanación personal.
Luchar contra la violencia es trabajar por nuestra educación integral, tomando la dirección de nuestras emociones, instintos, reflejos, complejos, sentimientos y sobre todo descubrir el valor de nuestra voluntad, que es la que decide el valor moral del acto humano, las emociones pueden presentarnos un abanico de sentimientos opuestos y contradictorios, la voluntad dará el si o el no a la violencia, optar por la no violencia es el gran servicio que podemos ofrecer a nuestra Iglesia.