Arquidiócesis de Xalapa

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La grandeza de las pequeñas cosas

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María Marisela Parissi Zamora

“La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días.” Benjamin Franklin

Los seres humanos tendemos a caer en una vida rutinaria en la que pareciera que actuáramos en automático o en un modo multitarea, este tipo de actitudes no favorece para que podamos disfrutar de los pequeños detalles de la vida diaria.

El perdernos en alcanzar objetivos y no disfrutar los pasos del proceso, nos puede llevar a una sensación de infelicidad; pues sólo tendremos temporales dosis de alegría al alcanzar un objetivo, lo cual también es muy favorable; pero mientras tanto seguiremos sin observar las gracias de Dios en cada pasito que damos.

Valorar los pequeños detalles que van desde apreciar cómo funciona y nos responde nuestro cuerpo, una charla con las personas que amamos, la limpieza del hogar o cualquier fenómeno natural; nos hacen ser más agradecidos con Dios, con nosotros mismos y con los demás.

Lo anterior nos lleva a aumentar nuestra autoestima, ya que algunos psicólogos aseguran que ser agradecidos nos hace sentir mayor plenitud y satisfacción con nuestra vida. Puedes comenzar agradeciendo cinco cosas a Dios, ya sea al despertar o antes de dormir.

Las pequeñas acciones que hacemos en favor de los demás también nos hacen mejorar nuestro estado de ánimo y ser como una diminuta semilla de mostaza que, luego de un tiempo, da grandes frutos. Todos los días son una oportunidad para decir una palabra amable a un amigo en crisis o preocupado. Escuchar y consolar a quien sufre y se desespera son pequeñas acciones con gran significado.

Que nuestras palabras sean como una pequeña semilla de esperanza y alivio, que da frutos que confortan a nuestro prójimo, así como lo hace un árbol que regala su sombra. Evitemos sembrar discordia, malentendidos o comentarios que no aportan al bienestar de los demás.

Es necesario comprender que la vida se compone de pequeños instantes que, dependiendo nuestra actitud, nos harán sentir plenos o desdichados. Por ello, dirijamos a Dios nuestros pequeños esfuerzos diarios y los pasos de cada proceso en nuestra vida.

La cotidianidad no tiene porque ser monótona o aburrida, si es ofrecida a Dios con amor y paciencia. El disfrute y agradecimiento de los pequeños actos de caridad, los sacrificios y también todos esos pequeños detalles que nos alegran nuestro día, nos puede ayudar a alcanzar la salvación.