Arquidiócesis de Xalapa

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Están en el mundo, pero no son del mundo

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María Gabriela Hernández Cuevas

El Señor nos ha dado la vida y ha creado un mundo hermoso que nos rodea, en su voluntad ha sembrado la buena semilla en esta tierra y ha permitido que el Enemigo siembre también la cizaña. La buena y la mala semilla crecen juntas, viven una al lado de la otra, comparten sol y agua, tienen la misma tierra en común, incluso se llegan a parecer, pero sus frutos son muy distintos. En el mundo encontraremos luz y tinieblas y tenemos que elegir. En esta vida o pertenecemos a Cristo o al Maligno, no hay punto intermedio.

El Evangelio de este domingo (Mateo 13, 24-43) nos recuerda el llamado que tenemos de vivir en el mundo y no ser del mundo. Ya lo dijo también Nuestro Señor en la Última Cena cuando oró al Padre: “No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo” (Juan 17, 15.16). Vivimos entre antivalores, pecado, malos deseos, injusticias y odio, pero no pertenecemos a esto, no debemos de formar parte de este sistema, sino ser testigos de la luz que es Cristo.

La cizaña fue plantada en medio del trigo, no a un lado, sino entre la buena semilla. Dentro de la Iglesia y fuera de ella encontraremos el mal, el pecado y la acción de Satanás, así Dios lo ha permitido. Él nos llama a que en la prueba seamos fieles, hijos justos que crean en el Salvador y vivan conforme a su enseñanza. Nos llama a que seamos bautizados que amen y cuiden a la Iglesia, aportando en ella la buena semilla y no siendo aquellos que sirven al mal incluso estando dentro del “camino de la fe”.

Podemos ser trigo o cizaña, preguntémonos hoy qué semilla somos. El mundo es seductor, podemos ser personas que invitan al pecado, que sabiendo hacer el bien hacen el mal, bautizados que se dejan dominar por la soberbia, el chisme, las críticas, la corrupción, la violencia, el aborto, las ideologías contrarias a la voluntad de Dios o las malas intenciones para con otros dejando a un lado la conversión. Seamos cuidadosos, la cizaña puede confundirse con el trigo, no nos dejemos engañar por las cosas malas que parecen buenas, Satanás es astuto y sabe de nuestras debilidades.

Tengamos ánimo, fuimos creados para ser trigo, para alimentar a otros con nuestra fe, testimonio, alegría y obras de misericordia. Que en nuestra escuela podamos ser responsables, serviciales, honestos, persistentes, dispuestos a ayudar a nuestros compañeros y capaces por el Espíritu Santo de dar testimonio de la fe. Que en nuestros trabajos sepamos llevar la alegría de Dios, la honestidad, la eficiencia y la disposición a tender la mano al otro. Que en nuestras casas llevemos la luz, apoyemos en las tareas propias, no seamos causa de división y aceptemos al otro. Que en el mundo amemos con el amor de Dios.

Somos llamados a vivir en esta tierra, entre diversidad de personas, de creencias, entre las tentaciones, pero siendo presencia de la Buena Nueva de Dios con nuestras acciones y palabras. Nuestra misión está en este mundo, pero nuestra mirada debe estar puesta en la verdadera casa, en la Morada Eterna.