Arquidiócesis de Xalapa

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Al final, el bien se establecerá

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Francisco Ontiveros Gutiérrez

Los trabajadores dormían

Para continuar con su explicación del Reino de los cielos, nuestro Señor Jesucristo anota una parábola muy interesante. De nuevo en el ambiente campirano, con la cuestión de semillas, con buenas y malas hierbas. Para explicar cómo es que aparece el mal Jesús apunta decididamente que, en el campo en el que se ha sembrado sólo buena semilla, durante la noche, en medio de la oscuridad, un enemigo canalla llega a tientas y esparce la cizaña junto al trigo. Así es como llega el mal al campo en el que el Sembrador ha depositado las mejores de sus semillas. Sin embargo, llama mucho la atención la actitud del amo. ¡No manda arrancar la cizaña!

Que crezcan juntos

Solamente un sembrador que conoce la calidad de sus semillas se atreve a decir: ¡no la arranquen!, dejen ahí la cizaña, que crezcan juntos hasta el día de la cosecha. Desconcierta la actitud de este amo, estamos acostumbrados a ver que los campesinos van con mucho cuidado y arrancan la maleza que crece junto a su siembra. Pero, si el sembrador del evangelio pasado derrochaba semillas pareciendo inexperto, el amo de este cultivo no es la excepción ¿por qué no deja que sus trabajadores arranquen la mala hierba? ¡Vaya personajes tan desconcertantes!

Hasta la cosecha

Pero esta convivencia no será para siempre, llegará un día en que la cizaña, que con ventajosa malicia fue sembrada por la noche en medio del buen cultivo, será quemada, mientras el trigo será guardado. Sólo entonces se podrá hacer la distinción entre una y otra. Y es que, la cizaña es muy parecida al trigo. Por eso, los trabajadores, con el buen interés de deshacerse de ella, pueden pasar a traer también la buena semilla del trigo. El amo nos enseña la importancia de la paciencia. Por ir a las prisas se corre el riesgo de tirar la buena semilla todavía inmadura. El día de la cosecha será muy fácil distinguirlas, por el hermoso color dorado del trigo, frente al cenizo color de la cizaña.

Los justos brillarán

Ante las experiencias que la vida nos presenta y frente a la desconcertante cercanía con el mal, todos cobijamos, alguna vez, la tentación de pensar que el mal ha ido demasiado lejos. Incluso llegamos a desconfiar de la bondad de Dios. Este evangelio nos invita a tener la mirada puesta en el día de la cosecha. Al final el mal no tendrá la última palabra. ¡El mal no puede ganar!, qué hermosa afirmación que nos hace aumentar la confianza aun cuando el mal pareciera amordazarnos. Esa es nuestra esperanza, que desde ahora y hasta el último día, los justos brillen tan radiantes como el sol.