Arquidiócesis de Xalapa

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Sufrimiento como camino de redención

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María Gabriela Hernández Cuevas

El camino de la cruz es el camino del cristiano, esta afirmación es difícil de entender pues podemos estar acostumbrados a evitar los momentos de sufrimiento, incluso a pedirle a Dios que no los permita en nuestras vidas. Pero Jesús nos hace una invitación clara: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará” Mateo 16,24-25.

Ante esta situación podemos tomar la actitud de huir pues nos da miedo el dolor que puede implicar cargar una cruz o renunciar a nuestra vida, pero olvidamos que al Maestro que hemos decidido seguir vivió el calvario y fue crucificado por amor. Así nos marcó cómo es camino que lleva a la Gloria.

Muchas veces pensamos que la cruz son nuestros problemas, nuestras propias contrariedades, nuestra enfermedad y sufrimientos propios. Sí, pero la invitación del Señor va más allá de nosotros y nos invita a ver la injusticia del mundo, la falta de misericordia, las personas que viven en el olvido, los enfermos que no tienen auxilio y los presos que cargan con culpas de una vida difícil. Cristo nos invita a cargar con la cruz de la renuncia de nuestro tiempo, de nuestras comodidades, de los planes que construimos, es decir la renuncia de nuestra vida con tal de salir al encuentro del otro.

Tal vez nuestra cruz está en dejar un momento las múltiples ocupaciones para levantar el teléfono y hablar con nuestros familiares mayores, nuestra cruz está en reconciliarnos con aquel que tiene algo contra nosotros, el morir puede estar en destinar parte de nuestro presupuesto en apoyar a un familiar que no tiene para gastos básicos. Nuestro dolor puede manifestarse en destinar una hora de nuestro tiempo a interceder por los enfermos o en lavar los platos del día a pesar de nuestra molestia por obedecer. Ahí está la cruz.

Pensemos en el personal médico, enfermeros, personal de limpieza y mantenimiento de los hospitales. Hoy más que nunca podemos notar que se ganan el Cielo con su trabajo, cargando la cruz de la atención de un enfermo con COVID-19, a costa de su propia salud. Pensemos en quienes se encargan de bañar a los enfermos, en darles de comer, en cambiar sus sábanas y en lavarlas, ¡cuánta caridad, cuánta cruz y cuánto Cielo!

La renuncia al mundo y sus placeres viene con una gran promesa, ganaremos la verdadera vida. No sólo la eterna, sino aquí mismo podremos vivir verdaderamente, con la alegría y plenitud de poder ser extensión de los brazos de Cristo. Tu sufrimiento unido a la cruz de Jesús, ofrecido en su nombre por las necesidades del mundo, tiene un gran poder redentor no sólo para ti, sino para los que viven en un camino lejos del Señor.

No olvidemos que también seguimos a un Maestro resucitado, a un Mesías que vive y que está cerca de nosotros. Esta verdad nos impulsará a seguir sus pasos, no en una actitud de tristeza, amargura, lástima o dolencia, sino en una actitud del gozo de saber que luchamos por seguirle como sus discípulos y que Él va con nosotros, Él ya recorrió ese camino.