Inicio › Noticias
San Bruno, una vida de silencio y obediencia

María Gabriela Hernández Cuevas
San Bruno nació en Alemania en un poblado llamado Colonia en el año 1030. Es reconocido por fundar la Orden de los Cartujos que hasta la fecha cuenta con hermanos que se han consagrado a Dios viviendo en oración, silencio y penitencia para dar gloria a Dios y orar por el mundo.
Se distinguió por ser un hombre inteligente y dotado de la sabiduría de Dios. Fue maestro de filosofía y teología en la escuela de Reims Francia y Canónigo de San Cuniberto, catedral del mismo poblado.Teniendo apenas 27 años fue director espiritual y maestro de quien sería en un futuro el Papa Urbano II.
Tiempo después reconoció su deseo de vivir de forma eremítica, dedicado a estar solo con Dios y lejos del movimiento del mundo. Ingresó en un monasterio de vida comunitaria, pero años después decidió junto con otros compañeros, partir a una zona de los Alpes franceses conocido como “La Chartreuse” (Cartuja), para vivir en el desierto de una vida solitaria con Dios por intercesión de las necesidades del mundo. Allí fundó la Orden de los Cartujos.
Tiempo después estando el Papa Urbano II, solicitó su servicio para la Iglesia como consejero. Con todo el dolor de su corazón, por obediencia aceptó la orden y se dirigió a Roma. Posteriormente, el Papa deseaba nombrarlo obispo, pero San Bruno abrió su corazón a él externándole su deseo de la vida eremita, de su pertenencia a este estilo de vida a lo que el pontífice accedió, dándole este nombramiento a otra persona.
San Bruno recomenzó su vida eremítica en Calabria, Italia, comunidad en la que falleció. Se le distinguió por reflejar la alegría de Dios, por ser un hombre humilde, que buscaba la paz y la voluntad de Dios.
Se distinguió por fundar la orden más austera y rigurosa que existe en la Iglesia, en un estilo de vida de contemplación. “La vida del cartujo tiene que enhebrar cosas tan opuestas como la vida eremítica y la vida comunitaria, la soledad y la vida fraterna, el silencio y la cordialidad. En la síntesis está el equilibrio”.
El Espíritu Santo le inspiró a San Bruno la vida de relación íntima con Dios en donde abunda más el silencio que las palabras, la penitencia y la vida en comunidad en soledad.