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Democracia mexicana a prueba

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Alejandro Ortega Velázquez

En Inglaterra, la prestigiada publicación semanal The Economist, creó un índice que califica las democracias del mundo a partir de cuatro factores: procesos electorales, eficacia del gobierno, participación política y libertades civiles. Desde 2006, ha medido la evolución democrática de 166 países en el mundo. En 2020, Noruega obtuvo un total de 9.93 puntos sobre 10.

La calificación de México ha sido intermedia y la más baja fue de 4.38 puntos de 10 posibles. Los negativos se referían a la cultura política “pobre”, destacando la baja proporción de mexicanos que se interesan en conocer cómo funciona su gobierno, así como la baja participación ciudadana en las elecciones.

En México, la participación en las elecciones presidenciales ronda el 60%, mientras que en elecciones intermedias suele votar menos de la mitad del padrón electoral. La pregunta es: ¿cómo se puede incentivar la participación para que un mayor número de mexicanos acuda a votar, sobre todo cuando estamos en momentos electorales decisivos que pueden cambiar nuestras vidas?

Aquí entramos en un debate puntual: ¿el voto es un derecho, una obligación o una responsabilidad simulada? Quizás todos los anteriores.

Existen ejemplos de naciones donde hay modelos de “democracia obligada”, que imponen multas a quienes están inscritos en el padrón electoral pero que no se presentan el día de las elecciones.

Australia y Perú son dos casos. En el primero, la multa oscila los 20 dólares, mientras que en Perú la multa va de los 6 a los 24 dólares, además de la imposibilidad de realizar cualquier trámite gubernamental hasta que se pague la cantidad estipulada. Con este “incentivo”, Perú tiene una participación superior al 80% en sus elecciones. En Australia, el voto se considera una “herramienta vital” para el funcionamiento de su sociedad. En promedio tiene una votación del 96%. En 2016, la participación fue del 91%, fue su "peor año” desde que el voto se volvió obligatorio.

En México el voto es obligatorio pero sin ser coercitivo, es decir; no existe una ley que sancione a los abstencionistas. La participación ciudadana en las elecciones es importante porque se legitima el resultado electoral, se fortalece la cultura política, se consolidan las instituciones democráticas y da paso a una sociedad con mayor cultura política, consiente y demandante de resultados de los gobernantes y de los representantes populares. Al menos estos son los efectos positivos de las democracias avanzadas.